El día empezó un poco más pronto de lo normal, ya que salíamos de excursión a más de
Cuando llegamos a Hiroshima, cogimos otro tren con destino Miyajimaguchi, donde nos esperaba un ferry para trasladarnos a la isla de Miyajima. Todos estos trayectos nos saldría por unos 13000 yenes cada uno, pero con el JRPass no tuvimos que pagar ni un duro :D.
A la llegada a la isla, nos recibieron nuestros primeros amigos peludos, los ciervos. Eso sí, eran mucho más tranquilos que los de Nara, todo el día tomando el sol y quitándose los bichos unos a otros, muy gracioso y bonito.
La isla de Miyajima es un lugar muy muy bonito y romántico para pasar un par de noches en un hotel cerca del mar.
Los cerezos en flor al lado de la playa, el gran torii rojo en la orilla del mar, los templos por medio del pueblecito y los cientos de ciervos, hacen de Miyajima un sitio bastante especial (joe, ahora me leo y parezco que trabajo en la oficina de turismo de Miyajima jajaja).
Dimos una vuelta y volvimos en ferry hasta Hiroshima, donde cogimos un tranvía hasta el centro.
Cuando te bajas del tranvía y te diriges a la zona donde estalló la bomba atómica te das cuenta que estás en un sitio bastante sobrecogedor. Nos da la bienvenida el único edificio que quedó en pie tras el estallido de la bomba nuclear, que está en el mismo estado en el que se quedó, impresionante. Y más teniendo en cuenta que la bomba estalló a solo
También vimos la estatua dedicada a los niños que sufrieron las consecuencias de la bomba y la antorcha que hay al aire libre, que dicen que no se apagará hasta que no quede ninguna sola bomba atómica en el mundo (no van a tener que gastar butano ni nada…)
Entramos en el museo nacional de la paz, y ahí dentro se te encoge el corazón. Datos y más datos, imágenes, objetos, proyecciones… en los que te das cuenta lo que cambió la forma de ser de los japoneses tras el fin de la guerra.
Salimos del museo con el corazón en un puño por todo lo visto y nos dirigimos de nuevo a la estación, donde comimos en un restaurante en el que te sientas en la barra y ves al cocinero delante tuya preparando la comida. Y ahí fue nuestra perdición, comimos solomillo de ternera de Kobe y sí Alvaro, está genial, riquísimo, no te lo encuentras en ningún sitio de España (aunque el precio es prohibitivo, nos timaron xD).
Volvimos a coger el tren después de comer y tras dos horas, regresamos al hotel a descansar hasta mañana, en el que será un día más tranquilito.
Saludos y gracias por leernos!